Me desperté, era un lunes por la mañana, era un día lluvioso, me levanté de mi cómoda cama mientras veía toda mi vida pasar delante de mis ojos. Sabía que la pelea era inevitable ante una batalla que lidera mi vida. Mi madre me miró, con tristeza en sus ojos, haciéndome alimento para llevar esta difícil proeza de la mejor manera. Limpié mi cuerpo y me coloqué mi ropa de batalla, me armé con mis accesorios de batallas, alimenté mi débil cuerpo golpeado por el sueño. Salí de mi casa ignorando la lágrima que se escapaba por los ojos de mi madre. Caminé viendo a mis vecinos despedirse, mientras, con sus cabezas realizaban una afirmación de éxito. Caminé bajo la lluvia, sintiendo como las gotas masajeaban mi piel cuando conseguían fin a su caída. Llegué a la entrada de la cueva donde se encontraban mis enemigos, estaba escrito arriba de la entrada "Gato Negro", malos augurios de suerte, entré sin miedo y con paso firme. Llegué al túnel donde llegaría el transporte que los traería a mí.
La espera, tan abominable como siempre, hasta que vi a los lejos, aquellos ojos de ese transporte, tenía el mismo aspecto sucio y temible de siempre, el de un gusano metálico movido por magia. Paró frente a mi, abrió su estomago y ahí comenzó mi batalla. Eran aproximadamente 50 humanos malignos en cada estómago, 300 personas más o menos. Blandí mi chuzo de batalla y mi espíritu se fortificó, hombres y mujeres, niños y viejos, todos batallaron contra mi, un niño vestido de académico me quitó mi chuzo de batalla,
1 comentario:
Tienes un memecito en Las Tierras Oscuras...
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